María, semejante a Cristo

María, semejante a Cristo

newsMaría, pues, ha sido esencialmente querida por Dios como la nueva Eva de Cristo, el nuevo Adán. Difícilmente se encontrará definición más exacta y completa de Ella que la que Dios mismo dio de Eva cuando creó a la primera mujer: « Adiutorium simile sibi, una Ayuda semejante a El ». « No es bueno que el hombre esté solo –dijo Dios antes de crear a la mujer–; hagámosle una ayuda semejante a él ». Y puesto que Adán y Eva eran tipos y figuras de Cristo y de María, eso mismo hemos de decir de ellos: que « no responde a los planes de Dios que el Hombre esté solo: reclama una Ayuda semejante a El para realizar su Obra, la de la redención del género humano ». Y así, María será para Cristo, en el orden de la reparación y de la gracia, lo que Eva fue para Adán en el orden de la caída y del pecado.

1º Se obra como se es: « Operari sequitur esse ». Por eso, para colaborar con Cristo, María debía primeramente serle semejante en su ser. Y le será semejante de tres maneras: por su Inmaculada Concepción, en virtud de la cual se ve totalmente exenta del pecado original; por su plenitud propia de gracia, y por la eminencia singular de sus virtudes, todas ellas perfeccionadas por los dones del Espíritu Santo. En razón de este triple privilegio, la unión de María con Cristo por la gracia supera todo lo que podemos imaginar. Jesús se posesionó de María de tal manera, que entre ellos dos sólo hubo un pensamiento, una voluntad, un querer, unos mismos intereses, un mismo deseo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas.

2º Además, para que esta colaboración con Cristo revistiera un carácter habitual y oficial, Cristo Jesús quiso que María le estuviese unida por lazos duraderos y físicos. Un matrimonio ordinario quedaba evidentemente excluido, porque Jesús y María debían ser los nuevos padres de la Humanidad regenerada, no según la carne, como Adán y Eva, sino según el espíritu. Por eso, para que María fuese la Esposa espiritual y la Cooperadora universal de Jesucristo, Dios hizo algo admirable: la convirtió en Madre de Jesucristo según la carne, y la unió así de manera definitiva con Cristo por los lazos físicos más estrechos que puedan concebirse. Por esta maternidad divina, María quedaba elevada al nivel de Cristo, y equipada para realizar en unión con Cristo, y en dependencia de El, la gran obra de glorificación del Padre y de salvación de la Humanidad.

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