“Alégrate, oh Virgen María, porque sólo tú has vencido todas las herejías en el mundo”, canta la Iglesia en el Oficio de la Santísima Virgen María. Y esta frase ha sido confirmada mil veces a lo largo de los siglos.
El célebre mariólogo P. Emile Neubert escribe: “Los docetistas del siglo I negaban la verdad de la humanidad de Cristo. Los Padres de la Iglesia respondieron: ‘Vuestra enseñanza es errónea, pues Cristo nació de María, que era una criatura humana como nosotros’.
“Otros herejes rechazaron la divinidad de Jesús, y de nuevo los Padres replicaron: ‘Estáis en un error, porque Cristo nació de una virgen, y sólo Dios puede nacer de una virgen’.
“Nestorio afirmaba que en Cristo sólo existía una unión moral entre las dos naturalezas, y en consecuencia negaba el título de ‘Madre de Dios’, ya que María sólo era la madre de Cristo hombre. Los Padres del Concilio de Éfeso demostraron que el título es correcto y al hacerlo confirmaron la doctrina de la singularidad de la persona de Cristo bajo ambas naturalezas.
“Eutiques enseñó que después de la Encarnación la naturaleza humana [de Cristo] fue absorbida por la naturaleza divina y que sólo quedaba la naturaleza divina. A esto los defensores de la verdadera fe respondieron que Cristo es de la misma naturaleza que Dios Padre, pero también de la misma naturaleza que su madre, que tiene una naturaleza puramente humana.
“El cardenal Newman lo resume diciendo que ‘María es guardiana sobre la verdad de la encarnación de Cristo’. Los santos que lucharon contra las enseñanzas erróneas del protestantismo y del jansenismo se opusieron a las nuevas herejías con verdades marianas (ej. Francisco de Sales, Pedro Canisio, Luis María Grignion de Montfort), y los pueblos fieles a la devoción mariana conservaron la fe.
“El cardenal Newman señala que las naciones que permanecieron fieles a María, han conservado también la fe pura en la divinidad de Cristo, mientras que las que rechazaron la devoción mariana ven en Cristo poco más que un hombre mejor.
“También cabe destacar, que la negación de la virginidad de María en una revista modernista provocó la condena de esta pérfida herejía por parte de la jerarquía de la Iglesia. Finalmente, el Papa Pío XII considera el dogma de la Asunción corporal de María al Cielo como un medio eficaz contra el materialismo y la corrupción de las costumbres, además de ser un triunfo de la fe en el mundo sobrenatural”.
En este contexto no hay que olvidar, que todas las órdenes religiosas y congregaciones misioneras se colocan explícitamente bajo el patronato de María, porque ven en ella una garantía para el florecimiento de la comunidad religiosa, y esperan por su intercesión la bendición del Cielo en la labor de propagar la fe y santificar las almas. Así, por ejemplo, dice el fundador de los maristas, el Beato P. Chaminade:
“Hoy la gran herejía que prevalece es la indiferencia religiosa, que paraliza las almas en el estupor del egoísmo y en las fauces de las pasiones. Esta descripción tan triste pero fiel de nuestra época, está lejos de desanimarnos.
“El poder de María no ha disminuido. Creemos firmemente que ella vencerá esta herejía como todas las demás, porque hoy como antes, ella es la Mujer prometida que aplasta la cabeza de la serpiente, y Jesucristo nos enseña que ella es la esperanza, la alegría, la vida de la Iglesia y el terror del infierno.
“A ella está reservada la gran victoria de nuestros días. A ella le corresponde el honor de salvar la fe del naufragio que hoy nos amenaza.”