María es verdaderamente Madre de Dios

María es verdaderamente Madre de Dios

La Sagrada Escritura nos confirma la maternidad divina de manera elocuente: “He aquí que vas a concebir en tu seno, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 31-33).

San Pablo también dice: “Mas cuando vino la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, formado de mujer, puesto bajo la Ley” (Gal 4, 4).

Un dogma de fe

Por tanto, es un dogma de nuestra fe católica: la Santísima Virgen María es la Madre de Dios. Este dogma fue formulado por San Cirilo de Alejandría, en el primero de sus “anatematismos”.

El texto fue retomado por el Concilio de Éfeso en 431: “Si alguno no confiesa que el Emmanuel es Dios en verdad y, por tanto, que la Santísima Virgen es la Madre de Dios -porque ella dio a luz según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema [es decir, excomulgado]”, Símbolos y Definiciones de la Fe Católica, Denzinger, n° 252, éditions du cerf.

Algunos podrían preguntarse ¿cómo puede una criatura ser llamada “Madre de Dios”?

Sin embargo, aunque este nombre parezca extraordinario, es absolutamente cierto. Merece la pena comprender la razón profunda que justifica este eterno título de gloria de la Virgen.

El lenguaje humano puede designar a un mismo ser de manera diferente según sus diversos aspectos. Así, podemos decir “este hombre es un teólogo” para expresar “Santo Tomás de Aquino es un teólogo”, ya que Santo Tomás es un hombre, hoy en el Cielo.

Sin embargo, el nombre “Dios” puede designar a todas las personas divinas: el Padre, o el Hijo, o el Espíritu Santo, incluso la Trinidad entera.

Por eso todo lo que se dice del Hijo se puede decir de Dios. Decir “el Hijo se hizo carne” es también decir “Dios se hizo carne”.

Ahora bien, el Santo Evangelio habla de Jesucristo como el “hijo de María”.

De ello se desprende que “Dios es el hijo de María”. En otras palabras, “María es la Madre de Dios”.

Esta maternidad es el resultado de una verdadera generación natural: Nuestra Señora realmente concibió y dio a luz a Jesús. Ella realmente le dio su cuerpo humano. Es una relación completamente real: María se ordena a Jesús así como la madre a su hijo.

El dogma de la maternidad divina destruye la herejía de Nestorio

El Papa San Pío X dice de la Santísima Virgen, en la encíclica Pascendi Dominici Gregis contra el modernismo, que ella es “la destructora de todas las herejías”. Tenemos un magnífico ejemplo de esto en la maternidad divina.

La proclamación de la Virgen como “Madre de Dios”, Theotokos en griego, se hizo para refutar la herejía de Nestorio. Este patriarca de Constantinopla (428-431) sostenía que había dos personas en Jesucristo: una persona divina y una persona humana. Esta herejía dividía a Cristo y destrozaba el dogma de la Encarnación. La consecuencia era el rechazo del título de Theotokos.

El heresiarca fue combatido por San Cirilo de Alejandría. La aprobación por parte de la Iglesia de la fórmula “Madre de Dios” en la iglesia de Santa María de Éfeso refutó definitivamente la herejía nestoriana. Así fue como María triunfó victoriosamente sobre este grave error y volvió a aplastar la cabeza de la serpiente.

Recibamos el deseo de San Pío X: “Que la Virgen Inmaculada, destructora de todas las herejías, los asista con su auxilio e intercesión”.

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