Al exaltar la maternidad divina de la Santísima Virgen, la Iglesia celebra a la Madre por excelencia y al modelo a seguir de todas las madres.
San Pío X expone esta enseñanza en la encíclica Ad diem illum (1904):
“¿No es María la Madre de Cristo? Ella es por tanto, también nuestra Madre. Por tanto, todos los que estamos unidos a Cristo, somos, como dice el Apóstol San Pablo, miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos (Ef. 5,30). Debemos decirnos originarios del seno de la Virgen, de donde salimos un día a semejanza de un cuerpo unido a su cabeza. Por esto somos llamados, en un sentido espiritual y místico, hijos de María, y Ella por su parte, nuestra madre común. Madre espiritual sí, pero madre realmente de los miembros de Jesucristo, que somos nosotros…”