El caballero
Maximiliano Kolbe llamaba “caballeros” a los miembros de la MI, no porque fuesen especialmente fuertes, valientes o sobresalientes, sino porque sirven a una Reina sublime, la cual conviene al elevado ideal del caballero; caballero que se ofrece y se olvida de sí mismo en miras a su ideal: su Reina. San Maximiliano definió así este ideal: Pro amore usque ad victimam – todo por amor hasta la donación total. Como se trata de un combate espiritual, son llamados a formar parte de esta caballería tanto hombres como mujeres.
El ideal del caballero:
- “Al caballero lo anima un ideal elevado. No se contenta con medias tintas; ¡lo quiere todo! El mundo es demasiado pequeño para él”. (San Maximiliano)
- Conocer y amar a la Inmaculada hace que descubra su misión: ponerse a su servicio, ser su instrumento y dejarse guiar por Ella. Este deseo lo expresa por medio de su consagración a la Inmaculada. Sin embargo, no se contenta con una consagración, sino “que se esfuerza, en cuanto le sea posible, en conquistar para Ella otros corazones que puedan a su vez consagrarse a Ella.” (San Maximiliano). Hace suyo el ideal de este Santo:”Vivo sólo para las almas, esta es mi misión”.
- María conduce al caballero a Jesucristo, y por ello tiene como lema: ¡el mundo entero para Jesús por la Imaculada! Desea que Nuestro Señor sea nuevamente reconocido en la sociedad, convencido de que no existe “medio más eficaz contra los males de nuestra época que el de restablecer la soberanía de Nuestro Señor” (San Pío X).
- El caballero no se desanima ante la propia debilidad o la supremacía del enemigo. “Existen dos caminos: las propias fuerzas o la fortaleza de Dios. Todo depende del camino elegido. Si construimos sobre nuestras propias fuerzas, construimos sobre la nada, y el resultado será nulo. Entonces ¿construiremos sobre nosotros mismos o sobre Dios?” (San Maximiliano). Cual otro David, el caballero increpa a los Goliats de este mundo: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y escudo; yo en cambio vengo contra tí en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has ofendido” (I Sam 17,45). No pone su confianza ni en los medios ni en la sabiduría de este mundo, sino sólo en Dios. A imitación de David, se sirve en este combate de determinados medios que a los ojos del mundo son necedad. Pone su confianza en las “armas” que le ha dado su Señora, especialmente en la Medalla Milagrosa y en el Rosario, la “honda de David” (Pío XII) y “la última tabla de salvación” (Nuestra Señora de Fátima).
Nuestro Patrono resume este ideal de la siguiente manera: “Contemplemos hoy la imagen de un auténtico caballero de la Inmaculada. No limita su corazón a sí mismo, ni a su familia, ni a sus conocidos, amigos o conciudadanos, sino que abraza en él a todo el mundo, a todos y a cada uno, pues todos, sin excepción, fueron rescatados con la Preciosísima Sangre de Jesu-cristo. A todos desea la verdadera felicidad, la luz de la fe, la purificación de los pecados y un corazón ardiente de amor por Dios, de un amor ilimitado. La felicidad de toda la humanidad en Dios por la Inmaculada – he aquí su anhelo.
¡El caballero de la Inmaculada combate para conquistarle todos los corazones! A todos extiende su mano caritativa, reza por todos, sufre por todos”. (San Maximiliano Kolbe).
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