¿Por primera vez en nuestra página?
Ha recibido una medalla de la Virgen María –la Medalla Milagrosa– junto con nuestro folleto explicativo? Entonces, sepa que no se trata de una casualidad ¡puesto que para Dios no hay casualidades! Jesucristo, el hijo de Dios, se llama a sí mismo Buen Pastor el cual “ha venido a buscar lo que estaba perdido”. María, madre de Jesús y nuestra madre del cielo, no desea otra cosa que conducirnos a su Hijo; en definitiva, a la felicidad eterna. María quiere, justamente, demostrárnoslo con esta medalla. Con el tiempo la gente pasó a llamarla “milagrosa”, ya que por medio de esta medalla mucha gente experimentó de modo diverso, y a menudo milagroso, la ayuda de la celestial Señora.
De manera que María, en estos tiempos de indiferencia religiosa, en estos supuestos tiempos de “las luces”, nos hace volver nuestra mirada hacia la eternidad, y por medio de su Hijo nos hace volver a Dios, nuestro padre y creador.
A menudo sucede, lamentablemente, que solamente pensamos en Dios e invocamos su ayuda sobrenatural en una situación apremiante. Si escucháramos a nuestro interior en los momentos de silencio –poco habituales en estos tiempos– sentiríamos, en el caso en que estuviéramos alejados de Dios o viviendo una vida sin Dios, dolor y vacío. A menudo, detrás de la prosperidad económica de nuestros tiempos se esconde una gran y desconocida necesidad espiritual.
María ha ayudado a muchas personas: enfermos, personas en grave necesidad, grandes pecadores, hasta incrédulos y adversarios de la Iglesia Católica. Quienes llevan la Medalla Milagrosa recibieron una gran ayuda gracias a una extraordinaria protección en peligros y graves necesidades, muchas veces por medio de inexplicables curaciones y conversiones, lo cual ocurre aún en nuestros días. María quiere ayudarlo a usted también, si la deja entrar al menos un poquito en su vida. Para ello sirve la Medalla que lleva puesta, puesto que es un regalo del cielo y no invención humana.
Una antiquísima oración mariana podría ayudarlo a este respecto e invocar a María lleno de confianza:
“Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado por esta confianza, a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia. Oh madre de Dios, no desoigas mis súplicas, antes bien, dignaos a escucharlas y atenderlas favorablemente, Virgen gloriosa y bendita. Amén”.
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La Medalla Milagrosa – Historia y significado
Militia Immaculatæ – Milicia de la Inmaculada
La fe católica, Tradición, Santa Misa, Fraternidad Sacerdotal San Pío X (link externo de fsspx.mx) o América del Sur
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