Según el arzobispo Lefebvre, Dom Marmion fue uno de los mayores maestros de la vida espiritual de nuestro tiempo.
Partiendo de este principio, Dom Marmion explica el papel de la Santísima Virgen en nuestra vida espiritual:
“En Jesucristo hay atributos y perfecciones que son fundamentales y esenciales, y otros que se derivan de ellos y que adquirimos como secundarios.
“En cuanto a los atributos esenciales, todo cristiano debe reproducirlos y la perfección de los mismos en cada alma será la medida de su perfección, mientras que los demás atributos de Nuestro Señor son reproducidos más o menos perfectamente por las almas según las circunstancias y la atracción del Espíritu Santo.
“Pero hay dos atributos fundamentales que son, por así decirlo, la esencia del Hombre-Dios, y que su imitación, su reproducción en nosotros, son la esencia de nuestra santidad: Jesús es ‘Filius Patris’ y ‘Filius Matris’. Cuanto más seamos ‘hijos de Dios’ e ‘hijos de María’ en Él, más participaremos de su santidad infinita, más perfectos seremos.
“Por el Bautismo, al revestirnos de Jesucristo, nos convertimos necesariamente a través de Él en hijos del Padre eterno y en hijos de Su Madre.”
Dom Marmion insiste en que esto no es una exageración piadosa o algo ficticio: no es una figura, una metáfora. “Como dice San Juan: ‘no es sólo de nombre, sino en realidad, que nos convertimos en hijos de Dios’ (1 San Juan 3,1).
“Del mismo modo, somos verdaderos hijos de María porque ella es la Madre de Su cuerpo místico. En la cruz, Jesús nos confió oficialmente a Su Madre, pues si ella dio a luz a Su hijo inmaculado con alegría, fue con dolor que tuvo que dar a luz a los pecadores.”
De ahí nuestro deber de vivir plenamente según esta gracia de la adopción divina, llenando nuestro corazón de las mismas disposiciones de Jesucristo hacia Su Madre: “siendo Jesús esencialmente ‘Hijo de Dios’ e ‘Hijo de María’, también nosotros debemos ser por la gracia lo que Jesucristo Es por naturaleza: hijos de Dios e hijos de María. Dios sólo reconocerá como a sus verdaderos hijos, a los que, como Jesús, son también hijos de María.”
Toda la orientación del cristiano en su relación con María consistirá, pues, en amoldarse a los sentimientos más íntimos de Jesús hacia Su Madre: “Jesucristo es nuestro modelo. Y así como encontramos en Él el ejemplo perfecto de hijo de Dios, también en Él encontraremos el ejemplo perfecto de hijo de María.”
La invocación elegida libremente por Don Marmion y que repetía sin cesar era: ‘Mater Christi’. Vio en María sobre todo a la Madre de Cristo, y él mismo quiso ser para María otro hijo, ‘otro Cristo’.