Maria es Reina

Maria es Reina

6867026319 cb447ac80e oMaría, como Madre del Hombre-Dios, Rey del universo por derecho de naturaleza y por mérito de conquista, es Reina Madre. La dignidad real de María ha recibido el tributo de homenaje más insigne y la justificación teológica más amplia y convincente por boca de los Sumos Pontífices.

León XIII veneró a María, con todo el pueblo cristiano, “elevada sobre la gloría de todos los santos, coronada de estrellas por su divino Hijo, sentada junto a Él, Reina y Señora del universo”. (Encíclica lucunda semper, 8 de septiembre 1894) . Indagando, a continuación, en su vida los títulos y méritos de tan universal soberanía, que une a Madre e Hijo en el imperio espiritual del mundo, escribió el Papa: “Mientras que es elegida para Madre, sin dudar un momento se proclama y se confiesa esclava del Señor. Y, como ha prometido santamente, y santa y prontamente establece, desde este momento, una perpetua comunidad de vida con su Hijo Jesús, ya sea en la alegría o en el llanto. De esta manera, llega a tales alturas de gloria como ningún ángel podrá jamás alcanzar, porque ninguno podrá parangonarse con Ella, ni en virtud, ni en méritos. Por esto Ie pertenece a Ella la corona del cielo y, porque se convertirá en la Reina de los mártires, la corona de la tierra. Así, en la celestial ciudad de Dios estará sentada en el trono, coronada por toda la eternidad, junto a su Hijo, porque constantemente, durante toda su vida, pero de manera especial en el Calvario, beberá con Él el cáliz rebosante de amargura”. (Encíclica Magnae Dei Matris, 8 de septiembre 1892).

Pío XII no es menos generoso en las alabanzas a la celestial Señora cuando afirma: “Jesús es Rey de los siglos, por naturaleza y por conquista; por Él, subordinadamente a Él, María es Reina, por gracia, por parentesco divino, por conquista, por singular elección. Su reino es vasto como el reino de su Hijo Dios, porque nada se halla excluido de su dominio. Por lo cual, la Iglesia saluda a María como Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes; por idéntico motivo, la aclama como Reina del cielo y de la tierra, gloriosa y dignísima Reina del universo y nos invita a invocarla, de día y de noche, entre los gemidos y lágrimas en que abunda tanto este destierro: Salve Regina, Mater misericordiae, vita, dulcedo, spes nostra, salve (Mensaje radiofónico del 13 de mayo 1946).

Esta certeza recibió un nuevo sello, cuando el Romano Pontífice Pío XII, como digna coronación del Congreso Internacional Mariológico-Mariano y, para perpetuo y más vivo recuerdo del primer centenario de la definición de la Inmaculada Concepción, proclamó en la Encíclica Ad Coeli Reginam (11 octubre 1954), la festividad litúrgica de la realeza de María.

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