La oración apostólica consiste en acudir a Dios para salvar las almas, primero la propia, luego las de los que nos han sido confiados, y finalmente todas las almas.
El propósito apostólico, es no obstante, un incentivo importante para nosotros, ya que a menudo somos muy negligentes en nuestras oraciones. Saber que la salvación eterna de muchas personas, incluso de mis más queridos amigos, depende de mi oración me obliga, por así decirlo, a ponerme de rodillas.
Por esta razón, el Padre Maximilian Kolbe describe la oración apostólica como una de las armas más importantes del Caballero de la Inmaculada. En sus conferencias para los hermanos en la Ciudad de la Inmaculada, menciona casi a diario este fundamento de todo trabajo apostólico. En el momento en que alcanzaron sus mayores logros, cuando el número de hermanos superaba los 700 y se publicaban millones de ejemplares de la revista Caballero de la Inmaculada, cuando exteriormente estaban teniendo sus mayores éxitos, el santo se lamentaba: “Pensamos muy poco en la Inmaculada. Leemos muy poco sobre ella, nos acercamos muy poco a ella. Cada uno debería examinarse a sí mismo: ¿cuántas veces al día me he dirigido a ella? Tendrá que avergonzarse. No hemos sido lo suficientemente niños para que ella nos gobierne, de modo que todas nuestras acciones le pertenezcan y ella sea nuestra Reina. … Leemos en el Antiguo Testamento que Moisés rezó con las manos levantadas en favor de los israelitas mientras luchaban contra el enemigo. Cuando dejaba caer sus manos, los israelitas perdían. Nosotros también debemos tener las manos levantadas en oración; todo el futuro depende de ello.”
También las apariciones de Fátima nos confirman la importancia de la oración. Resulta muy significativo que el ángel en la segunda aparición, sorprendió a los niños mientras jugaban junto al pozo y les habló de la siguiente manera: “¿Qué estáis haciendo allí? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los Sagrados Corazones de Jesús y María están llenos de misericordia y se inclinan hacia vosotros. ¡Ofreced oraciones y sacrificios sin cesar al Altísimo!”
Tal como lo hizo unas décadas antes en Lourdes, también aquí la Virgen guía a los niños al espíritu de oración. No sólo porque los niños aprendieron de ella varias oraciones, y no sólo la exigencia de rezar mucho, principalmente el Rosario diario. A través de la luz sobrenatural que María les transmitió durante las tres primeras apariciones, los niños tuvieron el privilegio de conocer toda la profundidad de la vida de oración. Sin embargo, no sólo los niños fueron por su propio interés a esta escuela del Inmaculado Corazón; también nosotros podemos y debemos ser beneficiarios de ella.
María comprende lo difícil que es para nosotros rezar bien en estos días, y por eso nos presenta la sencilla oración de los niños como ejemplo que podemos imitar, para unirnos a Dios lo antes posible. ¿Y en qué consiste la oración de los niños de Fátima? En consolar a Dios, en reparar los crímenes cometidos contra el Inmaculado Corazón de María y, ante todo, en la conversión de los pobres pecadores.
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