Uno de los distintivos de la Religión católica es el amor y devoción a la Santísima Virgen, que parten: de su dignidad de Madre de Dios; del amor que le tuvo Jesucristo, el Verbo encarnado, a quien todo su Cuerpo místico debe imitar; y de la misión que Dios le confió, a saber, la de ser la Socia indisoluble de Cristo en la obra de la Redención de las almas.
«Cristo derrotó y venció totalmente al demonio –afirma San Juan Crisóstomo– con los mismos medios y las mismas armas de que él se había servido para vencer primero. ¿Y cómo? Oyelo. Una virgen, un madero y una muerte fueron los símbolos de nuestra derrota. La virgen era Eva; el madero, el árbol de la ciencia; y la muerte, el castigo de Adán. Pero atiende de nuevo: una Virgen, un madero y una muerte son también los medios de la victoria. En el lugar de Eva está María; por el árbol de la ciencia del bien y del mal, el madero de la cruz; y por la muerte de Adán, la de Cristo. ¿Ves ahora cómo el demonio fue derrotado por donde él mismo había antes vencido?».
En efecto, el plan de Satán fue el siguiente: por la mujer perder al hombre, y por ellos a todo el género humano. El primer hombre, Adán, tuvo un papel decisivo en la caída original; mas la mujer tuvo un papel de introducción, de preparación, y más tarde, de cooperación.
Dios condesciende, por decirlo así, en luchar contra Lucifer en el terreno escogido por él, y lo vence con sus propias armas. Al primer Adán, prevaricador, Dios opone un nuevo Adán, Cristo Jesús, según la enseñanza de San Pablo en su Epístola a los Romanos: así como por la desobediencia de un solo hombre, el primer Adán, entró en el mundo el pecado, que nos da la muerte a todos, por cuanto todos pecamos en Adán; así también por la obediencia de un solo hombre, Jesucristo, nuevo Adán, entró en el mundo la gracia, y se concedió a todos los hombres la justificación que da la vida.
Pero a nuevo Adán corresponde nueva Eva. Todos los Padres y Doctores de la Iglesia, desde San Justino (siglo II) hasta San Bernardo (siglo XII), señalaron este papel de María como nueva Eva, comparándola con la primera; y afirmaron que, en la obra de la Redención, María fue para Cristo lo que Eva fue para Adán. Y así como en el orden de la caída todo comenzó por la mujer, también en el orden de la reparación y de la salvación todo comienza por otra Mujer, María.
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