Durante la primera aparición de la Virgen en Fátima, el 13 de mayo de 1917, Lucía preguntó a la Santísima Virgen si su amiga Amelia, que había muerto recientemente, ya estaba en el cielo. La Virgen responde: “¡Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo!”
La Virgen, que antes había prometido que Francisco, Jacinta y Lucía irían al cielo, explica ahora que “ir al cielo” no es tan fácil.
El camino hacia la santidad es un trabajo arduoso y requiere generosidad heróica. Si el objetivo principal de las apariciones de Nuestra Señora es enseñarnos la importancia de “ir al Cielo” es decir, la salvación del alma, la santidad, la felicidad eterna en la “Luz que es Dios mismo”, tambien es indispensable saber que solamente “los puros de corazón verán a Dios”.
Mientras el hombre esté infectado por la oscuridad (el pecado), no puede unirse a El, que es luz pura. Pero como casi nadie se encuentra totalmente puro en el momento de la muerte, casi nadie podría ir al Cielo, si la misericordia de Dios no hubiera creado la “posibilidad de purificación despues de la muerte” — el Purgatorio. Este lugar de purificación es un fuego espiritual, que purifica las almas a través de enormes sufrimientos. Nuestra Señora utiliza el ejemplo de la amiga de Lucía para demostrar lo intensos que podrían ser esos sufrimientos: “¡hasta el fin del mundo!” Traducido a nuestro lenguaje significa: sufrimientos totales hasta el final de las posibilidades. Si, conforme a los Padres de la Iglesia, un minuto en el Purgatorio son más de 100 años de sufrimientos aquí en la tierra, así podemos tener una idea de lo que significa “hasta el fin del mundo”.
¡Qué otra lección para nosotros, que nos encontramos totalmente ocupados con nuestros problemas y sufrimientos terrenales, encerrados en los pocos años en la tierra, rodeados de nuestro pequeño grupo de personas! La vida en la tierra podría ser comparada con un pequeño cerro detrás del cual podemos ver un valle inmenso con un fuego encendido lleno de inmumerables almas. Y entre ellas podemos reconocer a nuestros antepasados, parientes y amigos… y todos ellos tienen los ojos fijos hacia el Cielo y hacia el pequeño cerro —la tierra—, de donde podrían recibir un alivio inmenso y frecuentemente completa liberación de sus penas. ¡Si solamente los hombres no estuvieran tan ocupados consigo mismos y tendrían un poco de amor al prójimo para ayudarlo en su dolor! Nuestra Señora nos recuerda, desde el comienzo de sus apariciones, que este mundo gigantesco del Purgatorio está lleno de milliones de almas. Ella desea en primer lugar, despertar en nosotros el deseo de ayudarles (porque todos son Sus hijos amados) y, en segundo lugar, para recordarnos que éste podría ser nuestro lugar por muchos, muchos años despues de nuestra corta vida en la tierra, si no nos preocupamos por “ir al Cielo”. El pensamiento del Purgatorio nos ayuda a desligarnos de de nuestro pequeño mundo ridículo y ver el “otro mundo”, el esencial y verdadero, y así vivir en la verdad.
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