¿Por qué quiso Cristo nacer de una mujer?

¿Por qué quiso Cristo nacer de una mujer?

San Pablo nos dice en su Epístola a los Gálatas: “Mas cuando vino la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, formado de una mujer, nacido bajo la Ley, para que redimiese a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción [divina]”.

Los Padres de la Iglesia se plantearon durante mucho tiempo esta pregunta: ¿por qué cuando Dios se encarnó eligió nacer de una madre? En efecto, Cristo, el nuevo Adán, podría haber sido creado en la edad adulta, como sucedió con el primer hombre. Esta pregunta nos brinda la oportunidad de meditar y contemplar el plan que Dios eligió, queriendo tener a la Virgen María por Madre.

Hay razones que son bastante fáciles de descubrir. Por ejemplo, las profecías sobre el Mesías anunciaban que nacería de una mujer, como el Protoevangelio (Gen. 3, 15) que anuncia la enemistad del Mesías y su Madre con respecto a la serpiente, es decir, el demonio. Era preciso que estas profecías se cumplieran.

Otra razón por la que el poder divino se manifestaría más plenamente si el Salvador nacía de una mujer es la siguiente: Dios triunfa a través de una criatura, y esto revela su poder soberano, que hace uso de instrumentos insignificantes para las mayores obras.

Una tercera razón es que única entre todas las criaturas, la mujer puede convertirse en Madre de Dios. La naturaleza humana permite que el Hijo de Dios encuentre una madre, una persona que le otorga esa naturaleza que será ofrecida en holocausto para la gloria de Dios y la salvación del género humano.

Los Padres y los teólogos identifican otras razones muy hermosas.

Una razón muy importante es atestiguar la verdad de la Encarnación. Muchos herejes, como los docetas, afirmaban que Jesucristo no era hombre, que solo “pasó” por la Santísima Virgen. La afirmación de la maternidad divina de María refuta estas elucubraciones.

Además, la naturaleza humana es corporal y espiritual, e implica el hecho de que el cuerpo procede de la maternidad: contrariamente a lo que pretendían los herejes antes mencionados, poseer una verdadera naturaleza humana no disminuye en modo alguno la dignidad del Verbo.

Asimismo, la vida familiar forma parte de nuestra naturaleza: todos los niños nacen en una familia. Esta situación no supone ninguna imperfección para el niño que crecerá en ese hogar. Convenía pues que el Verbo Encarnado asumiera la vida familiar, magnificada por Él.

Por tanto, esta vida familiar dio al Verbo Encarnado la oportunidad de ser un modelo de piedad filial.

San Agustín añade otra razón muy hermosa: la humanidad se vio honrada en uno de sus representantes, un hombre que es Dios, y en una de sus representantes, una mujer revestida de la dignidad de Madre de Dios.

Otro motivo muy bello tiene que ver con el matrimonio místico de la humanidad con el Verbo: el fiat de María fue dado en nombre de toda la humanidad y de cada uno de nosotros.

En lo que respecta a la salvación de la humanidad, el hecho de que el Verbo Encarnado sea hombre, descendiente de Adán según la carne, nacido de una mujer, le confiere el papel de mediador: es aprobado por las dos partes que conecta, la tierra y el Cielo, Dios y los hombres.

Finalmente, para que Dios aceptara la expiación del Mesías como procedente de los pecadores que lo habían ofendido, era necesario que el Mesías fuera contado con los pecadores: esto es lo que dicen Isaías y San Pablo. No que Él mismo fuera pecador, sino por su pertenencia a la naturaleza humana y por provenir de Adán.

Queda claro que todas estas razones no muestran la respuesta a la pregunta formulada. Pero sí la explican, la ilustran y nos permiten penetrar en los secretos de Dios sobre su Hijo encarnado y su Madre.

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