San Maximiliano y la Medalla Milagrosa
(tomado del libro: “La Inmaculada, nuestro ideal” del Padre Karl Stehlin. Las citas en cursivas son de San Maximiliano).
Como signo externo de pertenencia a la MI el caballero de la Inmaculada lleva consigo su Medalla Milagrosa. Nosotros, como sereshumanos, no somos solamente espíritu, sino cuerpo también. La vida interior, el ideal y el espíritu deben hacerse ostensibles, deben expresarse en lo exterior. Por ello es necesario que salte a la vista un signo externo de una actitud interna. Asimismo quiso nuestro Salvador otorgar su gracia a los hombres por medio de “signos sagrados”, que llamamos sacramentos.
De modo similar el caballero de la Inmaculada debe dar testimonio externo de la fe.
La Medalla Milagrosa es el signo externo de la consagración total a la Inmaculada.
Más aún: como arma en el combate por las almas, él reparte la Medalla por todas partes donde le sea posible: La Medalla Milagrosa debe ser arma, una munición de la cual se sirve el caballero de la Inmaculada. Cuando alguien se encuentra en una situación difícil y comprende la importancia de llevar consigo la Medalla Milagrosa, quien la entrega reza por él y dada la ocasión intenta, por medio de una palabra adecuada, comenzará a amar a Nuestra Señora y a invocar su auxilio en las dificultades y tentaciones. Quien comienza a rezar formalmente a la Inmaculada, pronto se sentirá persuadido a confesarse. Hay mucha maldad en el mundo, pero recordemos que la Inmaculada es aún más poderosa: “Ella aplastará la cabeza de la serpiente infernal”.
¿No es un poco exagerada esta práctica? ¿A qué se debe que el fundador de la MI ponga tanta confianza en un “objeto” externo? Más arriba se encuentra la respuesta, pues, justamente, el origen de la MI está en íntima relación con un gran milagro, obrado por medio de la Medalla Milagrosa: la conversión del judío Alfonso Ratisbona. En el año de la fundación de la MI (1917) se festejaba justamente en Roma el 75° aniversario de este gran milagro. Ya hacía tiempo el joven Hermano Maximiliano se preguntaba: : “¿Será posible que nuestros enemigos desplieguen tantas actividades para dominarnos, mientras que nosotros nos quedamos ociosos, abocados a lo sumo a rezar, sin pasar a la acción? ¿Acaso no tenemos armas más poderosas, puesto que podemos contar con el Cielo y con la Inmaculada?”
La respuesta la encontró aquel memorable 20 de enero, cuando el superior de la casa dio una conferencia sobre la historia de la conversión del judío. El Padre Pal, su amigo y cofundador de la MI confirmó que el Santo recibió el impulso durante esta conferencia de fundar una orden de caballería en honor de la Inmaculada, escogiendo para los futuros caballeros la Medalla Milagrosa como signo y medio de protección. Desde ese día el Hno. Maximiliano visitaría seguido la iglesia Sant Andrea delle Fratte, para rezar ante el altar en donde Alfonso Ratisbona se había convertido. Asimismo el santo eligió ese mismo altar para celebrar allí su primera misa.
Por otra parte el Padre Maximiliano contaba a sus Hermanos los verdaderos acontecimientos extraordinarios que a menudo él vivió por medio de la Medalla Milagrosa. Por ejemplo, durante una de sus estadías de convalescencia en Zakopane intentó convertir a un joven librepensador, el cual estaba orgulloso de llamarse “hereje”.
Ninguno de sus argumentos tenían sentido. Sin embargo, aceptó por cortesía la Medalla. A continuación le propuse que se confesara. “No estoy preparado. De ninguna manera”, fue la respuesta. Pero… en ese mismo momento cayó de rodillas, como compelido por una fuerza superior. Comenzó entonces la confesión; el joven lloraba como un niño. La Inmaculada había vencido.
Está claro que la Medalla, como simple objeto físico, no fue el origen de este milagroso cambio obrado en el corazón del hombre sino la Inmaculada, puesto que los que llevan la Medalla Milagrosa los acompaña una gracia particular. Muchos hechos semejantes acontecieron en la vida de San Maximiliano. Por eso:
Repartir la Medalla siempre que sea posible: los niños que la lleven siempre colgada al cuello, los viejos y jóvenes, tendrán la fortaleza necesaria, bajo su protección, para resistir las tentaciones y trampas que acosan en estos tiempos en particular. También para los que no van a la Iglesia, que temen confesarse, que se burlan de la práctica religiosa, se reíen de las verdades de la Fe, que están sumidos en la ciénaga de la inmoralidad o viven en la herejía o fuera de la Iglesia; ofrecer la Medalla de la Inmaculada a todos incondicionalmente para que la lleven consigo, y al mismo tiempo implorar a la Inmaculada por su conversión. En caso de que alguien la rechace, muchos encuentran la forma de dársela: simplemente colocándola secretamente cerca de la ropa y rezando por esa persona; la Inmaculada mostrará tarde o temprano lo que es capaz de hacer.
La Medalla Milagrosa ¡la munición de la MI!