Volver a Dios por medio de María

Volver a Dios por medio de María

CanaEl regreso a Dios es el significado y el destino de nuestra existencia. Para llegar a este destino, debemos hacernos con los medios que Dios nos da, para no desmayarnos en el camino y para no caer presa del enemigo.

Ahora este retorno a Dios tiene lugar por el mismo camino por el que Él vino a nosotros. No hay otra escalera al cielo. Y así como María es el último peldaño de esta escalera que desciende de Dios a nosotros, también es el primer peldaño de nuestro ascenso a Dios. Ese es el significado del axioma: per Mariam ad Jesum – a Jesús a través de María.San Anselmo explica esto en una magnífica oración: “A través de ti, oh gloriosa Señora, nos hacemos dignos de ascender a tu Hijo Jesús, que se dignó descender a nosotros a través de ti. Por ti, oh Virgen Santísima, podemos llegar a la gloria de Aquel que por ti vino a nosotros en nuestra miseria” (Oratio 54, PL 158, pp. 960-961). A este respecto, San Bernardo dice que en nuestros “viajes por esta tierra extranjera” tenemos un “amable abogado” que nos precede, “que intercede por nosotros, como la Madre del Juez y la Madre de la Misericordia, con su humilde y eficaz súplica en materia de salvación” (Sermo Nr 2 in dominica infra Oct. Assumpt. BMV, PL 183, p. 431).

La misma Inmaculada lo confirma cuando declara en Fátima que su Corazón Inmaculado es nuestro refugio y el camino que nos lleva a Dios. ¿No es María la primera criatura que regresa a Dios después de su Hijo Encarnado? Sí, no sólo es la primera, sino que nos incluye a todos en su interior en este progreso de unión con Dios. Ella es la imagen prístina, el prototipo de todos los redimidos. Además, es en ciertos aspectos la representante de todos los redimidos, según el notable dicho de Santo Tomás de Aquino: “En la Anunciación se pidió el consentimiento de la Virgen en lugar del de toda la naturaleza humana” (Summa Theologica III, q. 30, art. 1). El Papa Pío XII en su encíclica Mystici Corporis lo confirma con el comentario lapidario: “En lugar de toda la humanidad dio su consentimiento”.

El retorno del mundo a Dios comienza en una nueva alianza de Dios con la humanidad. Este desposorio divino, sin embargo, no tiene lugar inmediatamente con la humanidad en su conjunto. Dios elige ir por el camino de María. Debe haber paz entre Dios y el hombre. Por lo tanto, Dios establece este pacto, como lo hacen dos poderes cuando ratifican un tratado de paz. María es la elegida por Dios para representar a la humanidad. Su fiat da la bienvenida al Mundo Eterno a la raza humana. Y en su consentimiento el retorno de toda la creación a Dios se hace posible en primer lugar. En este sentido, María constituye el comienzo de nuestra salvación. La forma en que el hombre debe responder al amor redentor de Dios se explica no sólo en los mandamientos de Dios y en la guía e instrucción de Cristo y de la Iglesia (medios objetivos de salvación); se pone tangible y vivamente ante sus ojos en la figura de María. Su actitud debe convertirse en la nuestra; su palabra, nuestra palabra; su fiat, nuestro fiat. Sólo en la medida en que imite el consentimiento de María en mis propias circunstancias mi corazón estará abierto a Cristo y a su gracia.

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