Queridísimo Sagrado Corazón,
Cuando me pongo de rodillas frente a vos y pienso en vos, quisiera quedarme cerca y poder consolaros solo con mi presencia silenciosa… Pero ahora el mundo entra en mi corazón con su procesión infernal, la imaginación se desvanece, mis pensamientos se vuelven locos y de repente me encuentro tan lejos de vos. Sin embargo, vos permanecéis allí y lucháis contra este mundo, contra mis pasiones, contra mi debilidad y contra satanás, en mí; mientras no consienta en todas estas tentaciones, me hacéis victorioso; mientras no entregue la voluntad de mi corazón por el pecado mortal voluntario, no me dejáis… entonces en este día de VUESTRO SAGRADO CORAZÓN, quiero entrar en él, quiero vivir en él, quiero hacer mi morada en vuestro Corazón así como os instalasteis en mi alma el día de mi bautismo;
Vivamos juntos, querido Sagrado Corazón de mi alma; Que vuestro Corazón vasto, espacioso, poderoso y sereno se expanda en el mío para nutrirme con vuestra Preciosa Sangre, con vuestros deseos, con vuestros pensamientos y con vuestro amor… finalmente, mi Buen Jesús, si desfallezco o caigo, que sea siempre a través de María que pueda volver a vosotros.
¡Santa fiesta a Vos Sacratísimo Corazón de Jesús!
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Cuenta de las apariciones
Encuentre también los tres relatos principales de las apariciones más importantes del Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque en el Calendario Mariano
le Calendrier Marial
Primera parte
El 27 de diciembre de 1673, en el convento de la Visitación en Paray-le-Monial, Francia, Sor Margarita María estaba en adoración ante el Santísimo Sacramento. A solas con su Salvador escondido bajo los velos de la Sagrada Eucaristía, conversaba con Él en una oración silenciosa. Nuestro Señor le repetirá el episodio del Jueves Santo, y “Él me hizo descansar largo tiempo sobre Su divino seno, donde me reveló las maravillas de Su Amor y los inexplicables secretos de Su Sagrado Corazón”.
Primero le mostró el Sagrado Corazón en un trono de llamas, más radiante que el sol, con la herida abierta por la lanza del soldado, rodeada de espinas y coronada con la Cruz.
«MI DIVINO CORAZÓN ESTÁ TAN APASIONADO DE AMOR POR LOS HOMBRES Y POR TI EN PARTICULAR QUE, NO PUDIENDO CONTENER EN SÍ LAS LLAMAS DE SU ARDIENTE CARIDAD, DEBE ESPARCIRLAS A TRAVÉS DE TI».
Entonces Cristo tomó el corazón de Sor Margarita María, lo hundió en el Suyo y lo volvió a colocar, transformado y luminoso, en el pecho de la santa. Después de este favor místico, la joven Hermana de la Visitación permaneció durante varios días “como ardiendo y embriagada” y sobre todo llena de una inmensa plenitud de Dios.
Segunda parte
La segunda aparición tuvo lugar en 1674, un primer viernes del mes. Jesús se presentó a la santa, “todo radiante de gloria, con sus cinco llagas resplandecientes como cinco soles… Pero sobre todo, Su pecho parecía un horno… Me reveló Su Corazón amantísimo, que era la fuente viva de estas llamas”. Cristo se queja entonces de la frialdad y el desprecio de los hombres hacia Él “por toda mi disposición a hacerles bien”. Y rogó a la joven hermana:
«TÚ, AL MENOS, DAME EL GUSTO DE COMPENSAR SU INGRATITUD EN LO QUE PUEDAS».
Le pidió entonces que comulgara con frecuencia, especialmente los primeros viernes de mes, y también que practicara la “Hora Santa” todos los jueves, desde las once hasta la medianoche, uniéndose a su agonía en el Huerto de los Olivos, para orar, sufrir y pedir perdón por los pecados del mundo. En cuanto a la comunión de los primeros viernes de mes, Nuestro Señor hizo más tarde esta promesa:
«YO TE PROMETO, EN LA EXCESIVA MISERICORDIA DE MI CORAZÓN, QUE SU AMOR OMNIPOTENTE CONCEDERÁ A TODOS AQUELLOS QUE COMULGUEN durante NUEVE PRIMEROS VIERNES DE MES SEGUIDOS, LA GRACIA DE LA PENITENCIA FINAL, NO MURIENDO EN DESGRACIA MÍA, ni SIN RECIBIR LOS SACRAMENTOS. MI DIVINO CORAZÓN SERÁ SU REFUGIO SEGURO EN ESTE ÚLTIMO MOMENTO».
Tercera parte
La tercera gran aparición tuvo lugar en junio de 1675, durante la octava del Corpus Christi. Jesús mostró Su Corazón a la santa:
«HE AQUÍ, DICE, EL CORAZÓN QUE TANTO AMÓ A LOS HOMBRES QUE NO ESCATIMÓ EN NADA PARA MOSTRARLES SU AMOR; Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor».
Cristo pidió entonces una fiesta especial de Su Corazón, incluyendo un acto de “reparación de honor” para desagraviar todos los ultrajes que recibió en la Eucaristía. Para convencernos de la necesidad de ser apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, escuchemos este vibrante llamado de Santa Margarita María:
“El Corazón adorable de Jesús quiere establecer Su reino de amor en todos los corazones, para destruir y arruinar el de Satanás (L.118). Este es el último esfuerzo de su amor para favorecer a los hombres, en estos últimos siglos, con su amorosa redención (L.133)”.
Acto de desagravio al Sagrado Corazón por el Papa Pío XI
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente
- la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos,
- las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes,
- la profanación de los días festivos,
- las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos,
- los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal,
- las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y,
- en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.