La M. I. 1

La M. I. 1

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La base de la M. I.

La base de la M.I. es el individuo, el mismo caballero, quien personal e individualmente se consagra totalmente a la Inmaculada y según su estado, las circunstancias y condiciones de su vida, utiliza todos los medios legítimos a su alcance para obtener la victoria.

El santo fundador deja a cada uno determinar el grado de su consagración y compromiso según su celo y prudencia. De esta forma, la M.I. no conoce límites: cualquiera puede llegar a ser Caballero de la Inmaculada, basta que tenga, al menos, la voluntad de consagrarse a la Santísima Virgen, y también de trabajar por la salvación de las almas.

Podría pensarse que este grado de la M. I. es el más bajo, una introducción por así decirlo, poco exigente y con un ideal limitado. Pero no es nada de eso. Aunque el padre Maximiliano se dirige a cualquier cristiano de buena voluntad, y en la práctica sólo le pide lo mínimo para ser caballero (a saber, el uso de la medalla, y la invocación jaculatoria del M.I., y eso ni siquiera bajo pena de pecado), requiere sin embargo que el caballero, en su vida personal, desarrolle todos sus talentos, que emplee todos los medios legítimos y posibles, que sea devorado por el “celo de la casa de Dios”. Vemos aquí cuán brillante es esta idea: que el apostolado en la M.I. se deje al «celo y la prudencia» de cada uno.

¿En qué consiste el verdadero celo?

El celo nos impulsa a actuar por nuestro ideal, no de manera ordinaria, sino con energía, entusiasmo y ardor. El celo es una voluntad inflexible que va derecha a la meta, que no se desanima ante el primer obstáculo, que no retrocede ante los sacrificios y las heridas.

¿En qué consiste la prudencia sobrenatural?

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Venerable Edel Quinn, enviada a África por la Legión de María, y muerta a los 24 años por la salvación de las almas.

Consiste en hacer una elección realista y razonable de los mejores medios para alcanzar la meta de la manera más segura, rápida y mejor. La prudencia exige tener una visión objetiva de la situación, considera la vida concreta de cada día, con todas sus circunstancias, sus acontecimientos, sus deberes, para luego elegir el mejor medio de vivir la consagración total, y de llevar a los demás a la Inmaculada. Aquel, pues, que comprende el sentido pleno de la M. I. 1, ve en qué consiste su misión como combatiente aislado, que solo, sin ayuda humana alguna, penetra en las filas del enemigo. No sólo está rodeado de enemigos, vive entre ellos, «está en el mundo, pero no es del mundo».

Aunque no haga nada extraordinario, los demás rápidamente se dan cuenta de que no es como ellos, que no tiene los mismos principios, que vive diferente. Esto despierta su curiosidad, y muchos son así llevados a la fe. Otros, quizás los más numerosos, se irritan, porque les perturba la tranquilidad, que es sólo aparente. Tal hombre los perturba, porque les da mala conciencia. Por eso es marginado, ridiculizado, silenciado o algo peor. Todo esto lo asume el caballero. Y como está aislado, debe, por su debilidad, vivir en unión particularmente estrecha con la Inmaculada, beber más que los simples mortales en la fuente de las gracias, y huir del mundo, si no quiere perecer en el peligro. Es precisamente esto lo que le inspira la prudencia sobrenatural.

Ejemplos célebres de nuestro tiempo muestran de lo que es capaz tal pionero: ¿no fue nuestro propio santo primero un luchador solitario? Figuras heroicas como San Luis María Grignion de Montfort, o más recientemente Edel Quinn, muestran hasta qué grado de heroísmo puede llegar el aislado Caballero de la Inmaculada. Ciertamente, no es temerario afirmar que el fundador de la Fraternidad San Pío X, el apóstol de Jesús y María, monseñor Lefebvre, recibió de María, a la que se había consagrado por completo, la fuerza para resistir prácticamente solo a las fuerzas modernistas.

¿Cuál es la batalla del soldado de la M.I. 1?

Además de los medios generales antes mencionados, su apostolado más importante es el del buen ejemplo. Todo Caballero de la Inmaculada debe considerar a su entorno, a sus familiares, a sus conocidos, a sus compañeros de trabajo, como un campo de misión, para ganarlos a todos para la Inmaculada.

«No te dejes desanimar por la indiferencia y la maldad; la gracia de Dios, a través de la Inmaculada, será la más fuerte… Has de ganar tu hogar para la Inmaculada, ese es tu campo de acción. Tus armas serán la oración, el buen ejemplo y la bondad, sobre todo una gran mansedumbre y bondad, que son como un reflejo de la bondad de la Inmaculada». Carta a un lector, 12.09.1924; BMK, pág. 323.

Un misionero narra: un día, un inteligente hindú vino a verlo y le expresó el deseo de convertirse al catolicismo. El asombrado sacerdote le preguntó qué lo impulsó a dar este paso. Respondió que hacía mucho tiempo que no creía en el celibato de los sacerdotes misioneros católicos, pero que se había convencido de ello después de haberlos observado durante mucho tiempo, y pensaba que la religión católica debía ser verdadera, si daba tal fuerza. Siempre es así. La gente quiere ver la doctrina cristiana en acción. (Conferencia del 13.02.1938; KMK, p. 205.).

Nuestra vida es el medio para expandir la M. I.

San Pablo se dirige a los fieles en estos términos: «Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo». Haced como yo. Cada uno de nosotros debe hacer lo mismo y clamar con San Pablo: «Sed perfectos…». Si no en las palabras, al menos en el espíritu, comportarse de tal manera que todos puedan imitarnos, y así nosotros nos santificaremos. Esta es nuestra mayor misión: mostrar con el ejemplo lo que es un Caballero de la Inmaculada. (Conferencia del 5.03.1939; KMK, p. 338.)


PARA SABER MÁS SOBRE LOS MEDIOS DE APOSTOLADO DE LA MILICIA (M.I.)

SPAN L’APOSTOLAT DE LA MI (6 × 2 po)


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